La paleta cromática que define las cocinas actuales se mueve entre la elegancia atemporal y los toques de personalidad audaz, buscando siempre el equilibrio entre funcionalidad y estilo. Este año, los tonos neutros —como el blanco, el gris y el beige— siguen siendo los protagonistas en ambientes de inspiración minimalista, gracias a su capacidad para aportar luminosidad, amplitud visual y una base versátil que se adapta a todo tipo de mobiliario y materiales.
Sin embargo, junto a esta neutralidad sofisticada, cobran fuerza los colores vibrantes que aportan carácter y dinamismo a los espacios. Tonalidades como el azul marino, el verde esmeralda o el terracota irrumpen con fuerza en frentes de cocina, islas o paredes, generando puntos focales que enriquecen el conjunto sin romper la armonía.
En lo que respecta a los acabados, la tendencia apuesta por superficies mate, que aportan un aire contemporáneo, refinado y discreto, además de ser prácticas en el uso diario por su resistencia a huellas y reflejos. A este acabado se suman los detalles metálicos, especialmente en oro cepillado o cobre, presentes en griferías, tiradores o luminarias, que introducen un toque de lujo y sofisticación sin llegar a sobrecargar el diseño general.